Cuartito menguante (nana de luna)

La luna se está escondiendo
oculta su carita blanca
entre las sábanas del firmamento
¿Qué te pasa lunita blanca?
¿a tu cunita azul te aupaste
a descansar en un sueño
de cuartito menguante?

Clarea en esta cárcel de madrugada
el parpadeo de mis zapatos negros
con un pedacito de su estandarte.
Dime lunita blanca
¿duermes con un ojo abierto
en tu cuartito menguante?

Alborenda

Recostado en la alfombra de mi pereza
delirando coleópteros de estrella
en un embeleso entre quebrado y gozoso
soñé una quimérica acuarela
de un color utópico, rutilante, majestuoso,
después inventé el nombre para tenerla,
la llamé, pretencioso, «alborenda»,
y ese estrafalario pintor de entelequias,
ese lunático caprichoso
de dentro de mi cabeza
coloreó de «alborenda»
un mágico y misterioso
garabato de luciérnaga.

Algo alegre

Cuando aquella tarde acrisolada me dijiste:
"escribe algo más alegre, amor
que todo aquello que escribiste",
escribí a la mano enjuta de la muerte
y no era triste, amor
su caricia de soledad inerte.

Otoño en el Risco del Paso

Si pudieran escuchar ese mar
en su onomatopeya constante y fría
su efervescente arribar
su romanza blanca de lejanía,

arraiga su soledad
en el enjambre de arena
mil cánticos de muerte en paz
sobre una frente canela.

Te delata tu sonrisa de lata

En la universidad de la mentira
vestido de oro, virtud y prosapia
licenciado en los oráculos
del mismo dios de hojalata
tan cumplidor y distinguido
tampoco tú me engañas
que no apruebas ni primero de sonrisa
en el examen de mi mirada.

Introspección II

Navegando en una vejez delicada
en la más primorosa ilusión yo te vi,
y en las nebulosas de la madrugada
no pude discernir si te soñaba
o si tu recuerdo pasaba por allí.

Introspección I

Para herirme el corazón
no malgastes las puntas de tus flechas
pues me envuelvo en un caparazón
de mil heridas abiertas.

Flor de noviembre

Salmo de otoño que se desnuda
en lágrimas de cenicienta descalza
entre una niebla llanto de luna.

Noviembre mendicante
brote de hielo bruñido
pétalos sombríos, tallo de alfanje,
flor que amanece del frío.

Vida

La primigenia vida
entre los eriales más yermos
en un resurgir floreciente
hizo chispa entre el uno y el cero.

Un enigma de luz intermedio
entre el germinar siguiente
y el vacío pretérito.

Surgió en la ausencia el fuego
de la nada una simiente
¿quién hizo semilla?
¿quién puso el vientre?

Hoy me quedo en casa

Hoy voy a derrochar la mañana
abandonarme a pensamientos vacíos
y que todos esos mundos
el suyo, el tuyo y el mío
esperen tras la ventana.
Voy a malgastar ideas y palabras
formulando tonterías
urdiendo una emboscada
a todas cuantas prisas
estén a mi vida anudadas.
Hoy voy a perder la cabeza
para conservar el alma,
gritar porque sí,
soñar por venganza,
tomar papel y escribir
y recitar a la nada.
Construir una celda
delicada y vaporosa
con rosetones de guitarras
y con barrotes de cuerdas
de violines y arpas,
y que la música me envuelva
en su quimérica llama,
y leer algún poema
y empezar a morir
entre sus invisibles rejas
y levantar las persianas
y  subir la música
cuando suene "enter sandman"
pasa, hombre de arena
yo no me abrazaré a la almohada
entra y hazme saltar
mientras ondean los cristales,
quiero saltar hasta que me canse
quiero reír, bailar,
tomármelo todo a guasa,
y hoy no quiero aguantar a nadie
hoy me quedo en mi casa.

Más humo

Más madera, más madera
que no pare el mundo
aunque nos cueste la tierra.

Más humo, de adusta paloma
que a otra de ala blanca
de lluvia clara entierra.

Calienta reloj ardiente
tic-tac, tic-tac
tu latido trágico de estrella.

Crece mar, vuela
que no puedan cavar sus tumbas
llévate al fondo toda la tierra.

Una procesión por el cielo

Camina por un sendero
nuestra señora de Somerado
de tapices bordados
de hilaza de cuatro braceros.

Y si quisiera dar un paseo
entre querubines y luceros
nuestro pendón para hacer camino
se alzará barrenando el cielo.

Siempre alguien está peor

Y qué sabemos hoy los muertos
en estas tardes de lluvia
que a algunos nos calan los huesos
a otros ya las cenizas.

Un atardecer sin nombre

Un sol de vino rosado
descabalga ya sin nombre
del frontispicio del atardecer,
como un amor al caer
en su agonía humeante,
como el aliento que se está apagando
en la brasa decadente de un querer.

Canciones libres

Tengo un balcón de brisa
en mi habitación sin ventanas
y unas alas de miel
de caricia de almohada.

A la sombra de una cárcel extraña
sólo soy un pájaro triste
que trina cantares libres
dentro de una jaula.

Cantando la alambrada es de mimbre
harapos los barrotes del alma
y mis canciones de máscaras
son el plumaje que me viste.

Bla, bla, bla,...

Mil gamas de embeleco
embelecador y aranero
camaleón estólido
baladrón y bellaco
político patrañero
brazo felón y villano
labio mendaz, embustero
escucha lo que digo
en mi insano refranero
"en casa del palo
cuchillo de fuego".

El sombrerito de hilo (de Raquel)

Vistieron reyes profusas aureolas
caballeros de plata sus yelmos pulidos
señores sombreros altivos de copa
y algún dios guirnalda de espino
hombres investidos con tiaras y nimbos
y láureas aceituna en sus victorias
pero yo sólo quiero para mi corona
que me cosas un sombrerito de hilo.

Rumbo a...

Aromas de miedo
desprende mi barco al zarpar
y cuando se aleja del puerto
sendas de tristeza
va escribiendo su popa en la mar.

Corriendo entre calima

Se desnuda la tierra
el cielo se está llevando
su vestido ocre de arena
como las deshilachadas cuentas
de todos nuestros rosarios.
El sudor es mi tinta más indeleble
mis pies ahora son mi mente
mis zapatos son la pluma
y mi corazón el escribiente
de todas estas llanuras.
El sol se disfraza de luna
pero despiadada me muerde
su amarillenta dentadura.

Un poquito malo

Me arrepentiré al tiempo de mi adiós
convirtiéndome en un hombre bueno
para encontrar el senderito hacia el cielo
para preguntarle una cosita a dios
tú que has sido de pecadores valedor
tú que fuiste de los caídos su consuelo
tú que eres el adalid de todo amor
por qué al diablo un poquito amar no puedo.

Que no me olvide

Sabe siempre mi cerebro
armario de mi historia
guardar estos momentos
éstos que estoy viviendo
estos mis ahoras
las luces, los abrazos con hoja
la vida, los sabores, los besos
acreedores de la gloria
de llegar a ser en mi memoria
uno más de sus recuerdos.



Orvallo

Lluvia de terciopelo, baila
tu apócrifa danza
yo saldré contigo a bailar
a mojarme en tu telaraña
de gotitas de fragilidad.

Las palabras que nunca escribimos

Así descansan las palabras
aquellas que eran de fuego
fuego de nuestras canciones
aquellas que nunca escribimos
que cantamos a nuestros amores.
Así mueren las palabras
enterradas por el tiempo
en el osario de los olvidos
como si no hubieran saboreado sus nombres
como si nunca se hubiesen dicho.

Tu capa negra (a un ministro canario)

He soñado con un mar el calma
con su afeite dorado y añil
sin el tintineo de sus campanillas de agua
vestidas de ciruela y de marfil
He soñado con un mar el calma
cantando una canción salada
preparándose para morir
en su hábito azul de la mañana.
Y he soñado con un hombre en calma
con su bandera negra y su capa negra
teñida de la viscosa codicia
que sale de debajo de la tierra.

La máquina del tiempo

Esta mañana, rota el alba
aún despertando
caí hacia el futuro
por una ventana extraña
que da a mi cuarto de baño.

Esta mañana, del otro lado
retornó de mi descenso
frente a mí
un hombre de cuarenta y tantos
en la máquina del tiempo de mi espejo
usurpando mi pellejo arrugado,
preguntando
¿cuándo te hiciste viejo?

No te rindas

Me gustan esas noches en que quieres cambiar el mundo,
y yo te digo que no puedes,
bajo esas lunas barrigudas,
y bajo esas otras tan delgadas,
heridas de necesidad,
me gustan esas noches dormidas en su montura
sobre un palafrén callado
de nombre quizás penumbra,
me gusta como callan sus canciones
y como cantan sus silencios,
me gusta no entender las notas de estrella
en el pentagrama del firmamento,
me gustan esos días en que quieres cambiar el mundo
porque parece que no tienes miedo
porque prefieres guerreros vencidos
que sumisos prisioneros,
me gustan esas noches largas
en que la incendaja no termina de prender
y los colores son viejos y cansados,
me gusta la sonrisa que nunca descansa
y el nombre que tienen las cosas,
y los rostros de escarcha y de carbón
me gustan los valles que tiran de las riendas a sus cimas
y el cielo cuando es de mar
y el fuego tibio de la amapola,
me gustan esas tardes en las que descansas de querer cambiar el mundo
porque entonces el mundo descansa en sus sillares
y nosostros en nuestros sillones
y afuera nada late.
Me gustan las cosas duraderas
porque han heredado el tiempo
me gustan las voces de los idiotas
porque no puedo escucharlas,
me gusta el presente de un verso
y su futuro que está en los libros
y su pasado que es del poeta.
Me gusta pensar que el alma no se estropea,
me gusta como suena el rabel
y como suena el amor en mi cama,
me gusta el vino porque pesa más que el aire
y la música porque pesa menos que el aire,
me gusta la filosofía de todos los días
y las matemáticas de fin de mes,
me gustan las catedrales que no he visto,
y los retablos que no se han pintado,
y las ciudades donde caben mil pueblos
y los pueblos donde cabe el aire de mil ciudades,
me gusta el político idiota al que nunca he votado
y esa carcajada que me provoca
porque piensa que el idiota soy yo,
me gustan las fotos antiguas de los padres de mis padres,
me gusta como caminan las mujeres
porque es como vuelan las aves,
me gustan las tormentas
porque así es como lloran los niños
antes del sol de su sonrisa,
me gusta mi nombre y me gustan todos los nombres,
me gusta como el sol muere sangrando en la batalla final de poniente,
con su yelmo de oro
y su espada deslumbrante,
me gusta el fondo del mar
porque pertenece a la oscuridad
y su piel
porque es la frontera del cielo,
me gusta cada segundo en que quieres cambiar el mundo,
porque la esperanza ya no es de piedra,
me gusta como el bosque va apagando el eco de una voz
y se lo bebe despacio como rocío,
me gusta como el viento se quita las botas para no hacer ruido
y levanta a las olas sus enaguas de puntillas blancas,
me gustan los candiles
porque hacen collares de luz de un solo rubí,
me gustan como arrastran sus cadenas los fantasmas de las nubes
por los torreones del castillo azul,
me gustan los muros que construyen los libros
porque son los ladrillos del mundo,
me gusta la eternidad pasajera
y la fugacidad eterna,
me gusta la osamenta de las sombras
porque es de aire,
me gustan los ríos de pájaros
y las bandadas de agua,
los bancos de hojas
y las enramadas de peces.
Me gustan los sueños en que quieres cambiar el mundo,
y yo te digo que no puedes
y amanece
despacio,
despacio.

28 de febrero

Temprano conjuré un sol muy arriba
excavé una trinchera en los labios
y me hice fuerte en mi sonrisa
porque hoy es mi cumpleaños.

Luna Soledad

Para no estar sola
la luna Soledad
en añicos de espuma
quebró un espejo en la mar

y mira su cara en cada ola,
mar estrellado de mil lunas
una en cada triza de vitral
mil reflejos de la suya.

Luna Soledad,
una soledad rota
en mil trozos de cristal.

De oxímoron

De oxímoron es mi cabeza
de tabúes de velos blancos
de sucio inmaculado
y de la abundancia más reseca.

Sin ser, siendo yo mismo
soy de una seda fiera
de un lento virtuosismo
de beso apartado de piedra.

De oxímoron es mi cabeza
de la planicie de mi abismo.

La sonrisa

La sonrisa que para mí quisiera
en la niñez mermelada brota
confitada, acostumbrada y sincera,
esa que te limpia el alma y la boca.

Semilla, madera, fuego.

Sol, lluvia, tiempo,
semilla y tierra,
¡ay árbol viejo!
¿te acuerdas?
¿naciendo?
qué lejos estabas del cielo.

Cornucopia de cirios quietos,
velas de hoja y madera,
mamando
de raíz en pecho,
ancla de la teta tierra.

¿te acuerdas
árbol viejo?
remero del viento
¿te acuerdas
queriendo
tocar del firmamento
sus hojas blancas de estrella?
  
Pero siempre responde el hombre
con su hierro,
robando al bosque,
llevando de la alameda,
rota de leña,
de su espesura mendiga
algunas de sus monedas.

Ahora, álamo descompuesto
eres de fuego
y de grímpolas negras,
olvido y humo de invierno
¡ay árbol viejo!
en la sed de la chimenea
por fin subiste al cielo.

La procesión de los lirios amarillos

Ya viene la procesión de los lirios
con sus trompetas calladas
y sus capirotes amarillos.

Ya viene la procesión de los lirios,
ya vienen sus hermanos de luz
con los cirios encendidos.

A paso aterciopelado de viento
sus braceros traen mecidos
tronos labrados de fuego,

sin cruces, sin hombres cautivos,
sin dioses coronados
de aguijones de espino,

sobre sus túnicas de trigo
pujan sólo flores,
traen sólo lirios.




La percha

Empinada, fálica y pétrea
sobre el Guadalquivir
han olvidado una percha,
y la luna de Sevilla allí
en el puente del Alamillo,
cada crepúsculo de abril
cuelga su virginal vestido,
y se engalana de flamenca
¡que la luna se va a la feria!


Adónde vuelan las hojas

Notas que se enojan
al tempo que marca la tormenta,
las corcheas, las blancas
y las rosas
dime esta mañana
adónde vuelan las hojas.

Cielo desesperanzado,
la partitura del viento se dobla,
la lluvia se desvela,
y yo preguntando
adónde vuelan las hojas.

Quizás las del roble se engarzan
en el viento más rudo y alado,
y las más viejas,
a lomos de su caballo,
con su bronce
hacen collares dorados.

Quizás mi rosal,
los pétalos que llora
se posan en el nidal
del donjuán de las alondras
y abriga a sus amores
en sábanas de rosa.

Quizás navegan sobre un lago
sin arrugar su cara
suavemente las hojas del castaño,
frunciendo una enramada
para ocultar bajo palio
a las Náyades de sus aguas.

O quizás en la tormenta,
sobre el pavimento triste y mojado
el pétalo de mi rosa
muera en su aroma desangrado,
sin su color de antorcha,
embadurnado de barro,
y yo preguntando
adónde vuelan las hojas.


Ruido


Las bombas se carcajean,
arrogantes,
salen los tanques,
explota la guerra,
braman los soldados,
rebuznan los generales,
asustados
los cristales tiemblan.
Lloran los angelitos
se despiertan enfadados
¡hacéis mucho ruido
por ahí abajo!



El ayer es tan lejano

Traigo de lejos
temblorosa la mano
y un jadeo incesante en el pecho,
del inaccesible monte
del pretérito tiempo.
El ayer, aun sin niebla, es tan lejano
que aspira a ocupar primero
mi cuerpo cien años venideros
que un solo segundo atrasado.



Fusil y pecho

¡Arriad la risa!
¡Silenciad su vela blanca!
la maldita brisa
no galantea esta mañana.

¡Llanto vuela!
en la soledad de la aurora,
nadie sepa de esta pena
nadie cuide donde mora.

¡Resbalad hojas!
en el tobogán del tiempo,
mi batalla es la tristeza,
a un tiempo soy fusil y pecho
¡Cómo coño gano yo esta guerra!






Los que no duermen

Las fronteras de los sueños,
puertas del claroscuro,
confunden en sus quicios
al epílogo del despierto
y al prólogo del dormido.
¡Váyanse de este mundo!
¡Escriban sus testamentos!
que otra noche yo no muero
soy eterno moribundo,
errante entre los vivos
firmaré mi testamento
en él siempre suplico
la rúbrica de Morfeo.

Espantapájaros enamorado


                        I

El camino que se derrama en la era
antes que yo remozara su nombre
fue "la vereda de los trece robles"
hoy sólo lo llamo con el nombre de ella.
En mitad del camino que va a la era
trabajo en los luengos campos de girasoles,
cielo amarillo, conjuro de sol y sus ardores,
rayanos a la ventana en que la hilandera
vuela sus coplas entre sus labores,
y cuando el viento del sur se las lleva
teje la rivera con su cantar de amores,
vistiendo todo de mocedad y luna nueva.
Y yo yerto, en el más elevado de los alcores
sin despegar mis ojos huecos de esta tierra
sin que mis pies de sus surcos se desabotonen.


                        II

Cómo describirla, trazarla en un poema,
no sabría ni en cien estaciones
esta lata herrumbrosa que es mi cabeza,
hueca por dentro, de herrumbre por fuera
a semejanza, supongo, a la de los hombres.

Cómo mirarla, con esta mirada muerta,
perforada, que me asestaron los dioses,
la más feroz en mí de sus condenas,
pues en mis ojos sólo se esconden
en sus entrañas, dos oquedades yermas.

Cómo amarla, con mi corazón de madera,
con mi esencia indolente de roble,
que compusieron mi pecho de una traviesa
encallecida de arrostrar pisotones
bajo los raíles de un tren de vía estrecha.

Cómo decirla, si mi boca es una mueca,
ilusoria, un garabato, incapaz de que broten
las palabras de sus labios, amordazados poetas,
su silencio forzado y luctuoso esconde
el sufrimiento sin recitar de mis poemas.
  
Cómo enamorarla, con mi ajada chistera,
alanceada por las picas blancas del norte,
con mi pelliza marrón que da sombra vieja
que ha bordado el tiempo de jirones
que huele a la humedad que vomita la yedra.

Y cómo abrazarla, en el cementerio de esta noche,
si cadenas de invisibles eslabones
almidonan mis brazos de ramas secas,
quebradizas, desplumadas de su brotes,
que dan abrazos abiertos que nunca se cierran.